Los holandeses tienen sus cosas. Comen bocadillos de croquetas, pasean en bicicleta y esperan a que los canales se hielen como un niño la noche de Reyes. No solo eso. Cuando lo hacen, cuando se hielan: cogen los patines y se lanzan a recorrerlos, a hacer carreras, a viajar de una ciudad a otra.
Y no, no es una moda: Hay cuadros del siglo XVI que reflejan esa obsesión neerlandesa con el hielo, la primera «maratón» de hielo natural se hizo en marzo de 1888 y, desde hace décadas, hay una competición casi enfermiza por ver qué club puede organizar la primera de la temporada.
El problema es que el hielo natural es cada vez más raro y eso llevó a los ‘ijsmeesters‘ a buscar técnicas para engordar el hielo de canales, lagos y praderas. Se convirtieron en maestros en ese tema y un buen día de 2016 un grupo de investigadores se preguntó que por qué no lo hacían en el Ártico.
¿En el Ártico? Durante años, hemos estado hablando del deshielo provocado por el cambio climático va a causar innumerables problemas. Por otro lado, sabemos que el grosor del hielo reduce las probabilidades de que llegue a derretirse por completo en verano. Así que… ¿por qué no usar el mismo sistema de los ijsmeesters en el Ártico? Es decir… ¿Por qué no restaurar ese hielo bombeando agua del mar sobre el hielo en invierno?
Así nació Arctic Reflexión, con el objetivo de restaurar 100.000 kilómetros cuadrados de hielo (un poco más del promedio anual que se pierde desde hace décadas).
Y lo están poniendo en marcha. En abril de 2024, la gente de Arctic Reflexión (junto a un equipo de la Universidad de Delft y el Centro Universitario de Svalbard) se fueron a estas islas noruegas situadas muy al norte para hacer la primera prueba de campo.
Ahora acaban de publicar un análisis inicial que, sinceramente, deja muy buen sabor de boca.
¿Qué ha pasado? Los investigadores descubrieron que bastaba con bombear durante una media de sólo 4 horas en los diferentes lugares para conseguir espesar el hielo en 24 cm en total. Eso hizo que el hielo durara seis días más en verano.
No fue un área muy grande (con tres cañones consiguieron llegar a poco menos de una hectárea) y es verdad que el hielo aguantó menos de lo esperado, pero los resultados son muy prometedores: es todo una prueba de concepto.
Una historia mucho mayor. Porque, aunque los científicos niegan que sus técnicas sean ‘geoingeniería’, la generalización a gran escala de este tipo de intervenciones restaurativas tendría consecuencias directas sobre el clima del planeta.
El problema es que empezar a tocar el clima del mundo es un asunto muy complicado. No sólo por temas de gobernanza, sino también porque es un proceso que (como hemos visto con las emisiones de azufre en el Atlántico) no tienen nada.
Imagen | NASA | Hector John Periquin