La recompensa era suculenta, la clase de promesa de gloria, poder y pingües ganancias que anima a asumir riesgos. Cuando el 19 de mayo de 1845 los barcos HMS Erebus y HMS Terror partieron de Gran Bretaña con una tripulación de 128 marineros y oficiales abordo bajo las órdenes de sir John Franklin, su objetivo era explorar y cartografiar el Paso del Noroeste, un atajo entre el Atlántico y Pacífico a través del Ártico canadiense. A priori lo tenía todo a su favor. Sir Franklin era un oficial veterano y los dos buques a su mando eran navíos de guerra robustos que pocos antes habían participado en la exitosa expedición Ross, en la Antártida.
Ni lo uno ni lo otro le sirvió de mucho al equipo británico, hoy conocido como «expedición perdida de Franklin». Sus 129 hombres pasaron a la historia, cierto; pero como protagonistas de una de las mayores tragedias de la exploración ártica. Ahora, tras décadas de misterio y algún que otro hallazgo, hemos podido despejar parte de la historia de uno de sus oficiales de mayor rango, James Fitzjames. Y espóiler: el desenlace resulta tan trágico como se pensaba. Incluso más.
Una expedición, un enigma. La expedición Franklin resulta fascinante. Y misteriosa. Lo uno ayuda a lo otro. Sabemos que zarpó el 19 de mayo de 1845 de Gran Bretaña, que disponía de dos barcos emblemáticos, el HMS Erebus y Terror, y que la integraban 129 marineros y oficiales. Sabemos que los buques iban bien pertrechados, con motores de vapor, equipos para producir agua dulce, ganado, viandas para tres años e incluso un sistema para que la tripulación se calentase.
Sabemos que navegaron a través del Atlántico Norte hasta Nunavut, en el Ártico canadiense. Y sabemos también que varios meses después, a finales de julio, dos balleneros británicos los avistaron en la bahía de Baffin. A partir de ahí, misterio. Un profundo, inquietante y gélido enigma. Barcos y tripulación se esfumaron.
Despejando el misterio. Impulsadas en gran medida por los familiares de Franklin y el resto de los tripulantes, entre 1847 y 1859 al menos 36 expediciones se lanzaron a la búsqueda del Erebus y Terror. Sin éxito. Lo que sí se encontraron fueron relatos inquietantes de los inuit de la isla del Rey Guillermo, en Nunavut. O más que inquietantes, perturbadores. Los nativos aseguraban haberse encontrado pruebas claras de que los supervivientes habían acabado comiéndose entre sí.
Aquello no encajó bien en Inglaterra victoriana, que recibió con incredulidad los relatos que hablaban de cómo al menos parte de sus civilizados marineros habían terminado devorándose los unos a los otros entre llanuras de hielo ártico.
«Nuestros desdichados compatriotas». Especialmente gráfico resulta el relato de John Rae, un cirujano y explorador escocés que hacia 1854 escuchó relatos de los inuit del golfo de Boothia sobre el desdichado final de parte de la expedición de Franklin. No se trataba de testimonios de testigos directos, sino de historias que saltaban de boca a boca entre los nativos, pero eran claras.
«Algunos de los cuerpos habían sido enterrados. Algunos estaban en una o más tiendas. Otros debajo del bote, que había sido volcado para formar un refugio. Y varios yacían dispersos en varias direcciones. Por el estado mutilado de muchos de los cadáveres y el contenido de las teteras, es evidente que nuestros desdichados compatriotas habían sido empujados al último recurso, el canibalismo, como medio de prolongar su existencia», reseñó John Rae en su informe.
En una carta enviada a Times, el escocés llegó incluso habló de «cadáveres tristemente mutilados y desnudados». Hubo quienes, como Charles Dickens, pensaron que aquellas historias de británicos comiendo británicos solo podían ser patrañas y que si algo mostraban era la escasa fiabilidad de los pueblos inuit.
La nota de Victory Point. Con el paso del tiempo algo sí quedó claro: pese a la experiencia de sus oficiales, de que el Erebus y Terror eran dos buques de primera y de todas las viandas que llevaban a bordo, la expedición de Sir Franklin se había torcido de forma dramática. ¿Cuándo, cómo, por qué? Nadie lo sabía. Pero aunque las sucesivas expediciones de búsqueda no encontraron los barcos, sí dieron con artefactos, restos humanos y sobre todo un papel, la «Nota de Victory Point», localizada en 1859 en un túmulo de piedras de la isla del Rey Guillermo.
El documento estaba fechado el 25 de abril de 1848 y, precisa Britannica, la habían elaborado Francis Crozier y James Fitzjames, oficiales superiores. El primero era el capitán del HMS Terror. Fitzjames ejerció de segundo al mando del Erebus, comandada por el propio Franklin cuando partió de Gran Bretaña en 1845.
24 bajas, 105 supervivientes. El escrito es clave porque nos ayuda a entender qué suerte corrió la gente de Franklin. En resumen, la expedición pasó el invierno de 1845 a 1846 en la isla de Beechey, viajó en verano por Peel Sound y finalmente sus barcos se quedaron atrapados frente a la isla del Rey Guillermo, donde la tripulación se vio condenada a pasar los inviernos de 1846-1847 y 1847-1848.
«Los barcos fueron abandonados el 22 de abril, a cinco leguas al NNO de aquí (habiendo) estado acosados desde el 12 de septiembre de 1846. Sir John Franklin murió el 11 de junio de 1847 y la pérdida total por muertes en la expedición ha sido hasta la fecha de nueve oficiales y 15 hombres», reseñó Fitzjames en su nota manuscrita, el último mensaje escrito que se conserva de la expedición.
En busca de la salvación. ¿Qué pasó después? La nota deja una pista más: «Partiremos mañana 26 hacia Backs Fish River». Es decir, tras abandonar sus barcos, los 105 supervivientes decidieron dirigirse al río Back, un viaje de cerca de 400 kilómetros por la isla del Rey Guillermo tirando de trineos y con la esperanza de ponerse a salvo. No tuvieron suerte. Gracias a los inuit se sabe que un puñado de esos hombres, entre 35 y 40, fallecieron cerca de la desembocadura del río.
A comienzos de la década de 1990 un equipo de investigadores localizó en un yacimiento de Nunavut con 451 huesos que, se cree, pertenecen al menos a 13 de los marineros de la expedición. En total desde mediados del XIX se han localizado en el entorno de la isla restos de docenas de los 105 expedicionarios que lograron sobrevivir a Sir Franklin y abandonaron los barcos atrapados por el hielo.
Terreno abonado a teorías. ¿Hubo más factores que jugaron en su contra, además del frío extremo? ¿Podemos conocer mejor sus últimos días? Durante años se barajaron diferentes teorías: escorbuto, botulismo, envenenamiento por plomo, hipotermia… Incluso se planteó que al menos parte de los hombres pudieron sufrir triquinosis tras alimentarse de carne de oso polar mal cocinada. Todo esto con los relatos de los inuit sobre canibalismo entre supervivientes como telón de fondo.
El (trágico) final del capitán Fitzjames. Casi 18 décadas después de que la expedición zarpase de las costas de Inglaterra hemos averiguado al fin cuál fue la suerte de uno de sus grandes protagonistas, el capitán James Fitzjames, el mismo que gracias a sus notas nos permitió conocer mejor la crónica de la expedición.
Y probablemente para cabreo de Dickens, lo que hemos averiguado apunta con claridad a una historia de desesperación, tragedia… y canibalismo. Primero porque ahora sabemos que falleció antes que otros miembros de su tripulación. Segundo, porque en mitad del Ártico, en condiciones extremas y con poca o ninguna comida que llevarse a la boca, todo indica que los supervivientes canibalizaron sus restos.
¿Y cómo lo sabemos? Gracias a un estudio reciente desarrollado por investigadores de las universidad de Waterloo y Lakehead que han tenido tres grandes herramientas para desenmarañar la historia de Fitzjames. Primero, un hueso, hallado entre los 451 restos localizados en el yacimiento de la isla del Rey Guillermo. Segundo, el análisis de ADN y la genealogía. Y tercero, una muestra de ADN aportada por un descendiente vivo de Fitzjames, un comerciante de muebles.
Según precisa The New York Times, sería un descendiente muy lejano, su tataratatara sobrino nieto, pero el parentesco con Fitzjames ha sido confirmado por una experta holandesa que trabaja en una biografía del capitán. Con ayuda de lo segundo y lo tercero, los expertos han confirmado que lo primero, el viejo hueso hallada en la isla del Rey Guillermo, es parte del esqueleto del desdichado capitán. El análisis ha sido posible en gran medida porque el vestigio es especialmente interesante. Se trata de una mandíbula que aún conserva varios dientes.
El segundo superviviente identificado. «Trabajamos con una muestra de buena calidad que nos permitió generar un perfil del cromosoma Y, y tuvimos la suerte de obtener una coincidencia», relata Stephen Fratpietro, del laboratorio de Paleo-ADN de Lakehead. En realidad no es la primera vez que ocurre. En 2021 los investigadores ya recurrieron a una estrategia simular para identificar a otro de los 105 hombres que llegaron a abandonar los barcos atrapados por el hielo en 1848. En aquella ocasión se localizó a John Gregory, ingeniero jefe del HMS Erebus.
Y llegó la sorpresa. Entre los restos analizados de John Gregory y James Fitzjames hay sin embargo una diferencia clave. En la mandíbula del capitán del Erebus los investigadores han encontrado marcas de cortes. Y eso a los expertos les cuenta una historia de tragedia, horror y desesperación: «Demuestra que después de su muerte su cuerpo fue víctima del canibalismo», aclaran en Waterloo.
«Demuestra que murió antes que al menos algunos de los otros marineros que perecieron, y que ni el rango ni el estatus fueron el principio rector en los últimos días desesperados de la expedición mientras luchaban por salvarse», apostilla el doctor Douglas Stenton, profesor de antropología de la universidad.
No tan improbable. Para los europeos del XIX el canibalismo era reprochable. No importaba el contexto ni como de extrema fuese la situación. De ahí que para muchos británicos la idea de que los marineros a las órdenes de Franklin pudiesen haber protagonizado un episodio de antropofagia resultase inconcebible.
«Resulta sumamente improbable que hombres como los oficiales y los tripulantes de los dos barcos hundidos quisieran o pudieran, en cualquier extremo de hambre, aliviar los dolores de la inanición mediante ese horrible medio», escribía Charles Dickens por aquellas fechas en su diario en un intento indisimulado por mostrar que los relatos que compartían los inuit eran cuando menos «poco fiables».
¿Es una sorpresa? No. Y no solo por los testimonios de las comunidades indígenas. En los años 90 la doctora Anne Keenleyside ya encontró marcas de cortes en casi una cuarta parte de los huesos de humanos localizados en la zona, lo que, recuerda la Universidad de Waterloo, «demuestra que los cuerpos de al menos cuatro de los hombres que murieron allí habían sido víctimas de canibalismo».
Los relatos de los inuit hoy se consideran plenamente corroborados. El nuevo estudio, publicado en Journal of Archeological Science: Reports, nos ayuda a conocer mejor el desenlace de la expedición de Franklin y sobre todo el destino del capitán Fitzjames, una de sus figuras más relevantes de aquel episodio, tanto por el rango jerárquico que ostentaba como por la relevancia de sus notas manuscritas.
Un enigma menos enigmático. Aunque resulta elocuente, el análisis de la mandíbula de Fitzjames no es la primera pista que nos ayuda a conocer mejor qué le ocurrió al equipo de Franklin. Los hallazgos más relevantes llegaron de hecho la década pasada, con la localización en aguas árticas del HMS Erebus y Terror.
El primero se identificó en septiembre de 2014 con ayuda de un sumergible manejado a distancia. El segundo llegó dos años después, cuando se localizó el naufragio del Terror a unos 100 km del Erebus. Sus escotillas estaban cerradas, lo que sugiere que la tripulación preparó el barco para los rigores del invierno.
Quedan aún incógnitas por resolver. Y por eso el equipo que ha identificado a Fitzjames ha lanzado una petición importante: anima a los descendientes de los miembros de la tripulación que contacten con ellos y con suerte compartan una muestra de ADN, llave para seguir identificando a los protagonistas de uno de los episodios más fascinantes, misteriosos y terribles de la exploración marítima.
Imágenes | Wikipedia 1 , 2, 3 y University of Waterloo