En 1926, los guardabosques de Yellowstone se encontraron dos cachorros de lobo cerca del Soda Buttle Creek. No se lo pensaron dos veces: se aseguraron de que estaban solos, los recogieron con cuidado y los mataron a tiros antes de después desollarlos y exhibir sus pieles en la taberna más cercana.
Eran los dos últimos que quedaban en el parque. Era el inicio de un montón de problemas que nadie vio venir.
La caza del lobo. En realidad, por supuesto, el problema había empezado mucho antes. Pero, por su fuerza simbólica, nos valdrá 1926. Al fin y al cabo, las consecuencias más evidentes tardaron décadas en hacerse insostenibles. Durante años, sencillamente, fue la historia de un éxito.
¿Un éxito? ¿Pero Yellowsone no estaba protegido? Efectivamente. Desde 1872, para ser precisos. Se convirtió en el primer ‘parque nacional’ de EEUU (y, por extensión, del resto del mundo). Sin embargo, durante décadas no solo la fauna del parque no tenía ningún tipo de protección; sino que el mismo Gobierno norteamericano impulsó campañas para eliminar a los lobos de toda la región.
De hecho, cuando en enero de 1883, el Gobierno prohibió cazar a la mayoría de animales del parque, la Secretaría de Interior excluyó del listado a coyotes, osos, pumas y, por supuesto, lobos. En 1914, el ejército se implicó en la erradicación.
¿Y qué pasó? El desastre. Sin lobos, la población de ciervos canadienses (uapitis) creció de manera incontrolada (e incontrolable). Eso hizo que el parque empezará a desregularse a marchas forzadas. Para 1929 «la zona […] estaba en condiciones deplorables»; para 1933, «el deterioro [fue] progresando de manera constante».
Preocupados por cómo las grandes alamedas empezaban a verse afectadas y, ante la más que evidente erosión del suelo, el servicio del parque comenzó a apresar estos animales para recolocarlos. Cuando se dieron cuenta de que no funcionaba, los empezaron a matar.
Y, de nuevo, fueron muy efectivos. Tanto que, para la década de 1960, había pocos wapitis en el parque. Muy pocos. Las quejas (sobre todo, de cazadores) empezaron a crecer y, en 1969, se prohibió usar este tipo de métodos para controlar las poblaciones de estos cérvidos. En el parque, decidieron confiar en la ‘regulación natural’.
Pero sin depredadores naturales, esa «regulación» no era realmente nada.
En 1995, tras 70 años de ausencia, se liberaron 14 lobos grises en el parque. En el 96 se hizo otra liberación hasta alcanzar los 31 individuos en total.
La situación cambió radicalmente… «En muy poco tiempo, los lobos fueron capaces de regular las poblaciones mediante depredación, controlando la herbivoría desmesurada y permitiendo que los ecosistemas del Parque se regularan por sí mismos», explicaba Sara Monzón.
…y eso cambió el río. Nadie se había percatado que, durante décadas, el ‘sobrepastoreo’ había dañado los bosques de la ribera del río Yellowstone. Eso había hecho el cauce mucho más maleable y el sistema fluvial se había llenado de meandros y ralentizaciones.
Una vez que los bosques se hicieron más robustos, las orillas se consolidaron y el río «se encauzó» de nuevo.
Todo esto permitió, además, un aumento sin precedentes de la biodiversidad del parque. Es muy difícil sacar conclusiones (sobre todo, en temas tan polarizados como el lobo), pero el caso de Yellowstone es un claro ejemplo de cómo tenemos que pensar dos veces antes de intervenir en la naturaleza.
Imagen | Siegfried Poepperl / Gary Kramer
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