Renovarse o morir. Nunca tres palabras tuvieron tanto significado para la Iglesia católica como ahora. A los hechos nos remitimos: el Vaticano ya tiene planes para hacer más sostenible el pequeño estado con una planta agro voltaica, se abraza a su primer santo millennial e incluso ya hay discursos sobre diversidad (pero sin pasarnos). Todo ello tiene un claro componente: acercar a la Santa Sede a los tiempos modernos en busca de nuevos fieles. Y si de buscar se trata, ningún sitio como el país de los 1.400 millones de habitantes.
La noticia. El Vaticano y China han llegado a un acuerdo durante los próximos cuatro años. En realidad, se trata de una renovación “de votos”, aunque provisional, donde la Santa Sede “cede” parte de su influencia para mantener los lazos con China. De esta forma, desde Asia van a poder seleccionar a los obispos, una decisión que, como veremos, no pone de acuerdo a todos por igual.
Extensión y acuerdo. Como decíamos, el Vaticano y China han renovado un acuerdo, y no es baladí, ya que está centrado en resolver el conflicto de décadas sobre la designación de obispos en la nación china. Dicho pacto, originalmente firmado en 2018, permite que el Papa tenga la última palabra sobre los nombramientos episcopales, aunque, y aquí está la “gracia”, el Vaticano reconoce solamente a los obispos previamente designados por el propio gobierno chino.
A pesar de las críticas desde muchos sectores de la iglesia que señalan concesiones excesivas al régimen comunista y preocupaciones sobre la libertad religiosa, ambas partes destacan el diálogo constructivo y su compromiso con las relaciones bilaterales.
Qué sabemos del trato. Por motivos obvios no se conoce la profundidad de la firma. Los detalles del acuerdo nunca han sido revelados en su totalidad, pero el marco general sí está bastante claro: asegurar que China reconozca la autoridad papal sobre la Iglesia en el país, aunque a cambio, la Santa Sede reconoce a los obispos que fueron designados por el Estado chino y que previamente habían sido excomulgados.
Desde la firma del primer acuerdo, hasta diez obispos han sido nombrados y consagrados bajo esta disposición, e incluso algunos obispos antes no reconocidos por el gobierno han obtenido reconocimiento oficial.
Críticas y desafíos. Qué duda cabe, el pacto ha generado controversia tanto dentro como fuera de la Iglesia. A este respecto, señalaba el New York Times que los críticos, como el cardenal Joseph Zen, exobispo de Hong Kong, argumentan que el Vaticano está cediendo demasiado control a un régimen que históricamente ha reprimido la libertad religiosa.
Otros, en cambio, temen que la renovación legitime a un gobierno autoritario y ponga en peligro a los católicos que permanecen leales a la Iglesia clandestina. Además, se argumenta que China ha violado el acuerdo al nombrar unilateralmente obispos en varias ocasiones, decisiones que curiosamente luego fueron aceptadas por el Papa Francisco. Claramente, hay fórmulas y vericuetos a los que nadie ha accedido en el pacto realizado entre ambos.
Una historia tensa. Si te estás preguntando si la historia entre China y la Iglesia Católica es nueva, la respuesta es mixta. La relación entre la Santa Sede y el gobierno chino se cortó en la década de 1950, lo que provocó la división entre los católicos chinos que asistían a iglesias aprobadas por el Estado y aquellos que seguían fieles a Roma a través de la iglesia clandestina.
Pero la Iglesia sabía que había que dialogar. Hablamos de una población estimada de entre 10 y 12 millones de católicos, y lo cierto es que el Vaticano ha trabajado durante décadas para encontrar una solución al conflicto, argumentando que es fundamental para unificar y fortalecer la Iglesia en China (y sus millones de fieles).
¿Y qué dice el Papa? El actual Papa Francisco siempre ha mostrado un enfoque de diálogo hacia la nación de Asia, expresando su deseo de fortalecer las relaciones bilaterales y, en última instancia, visitar el país. A pesar de las críticas, que las ha habido, Francisco ha defendido el acuerdo como una vía para mejorar la pastoral y la presencia de la Iglesia en Asia.
Para la figura más poderosa de la Santa Sede China es una «promesa y una esperanza» para el futuro de la Iglesia, lo que refleja su interés por mantener las puertas abiertas y explorar oportunidades para ampliar los lazos eclesiásticos.
El futuro. El pacto, como decíamos al inicio, es por cuatro años, y no sabemos si será o no prorrogable. Aunque el acuerdo ha permitido avances en el reconocimiento de obispos, el control de la Iglesia en China sigue siendo un desafío bastante complejo. Con esta última renovación, el Vaticano enfrenta la tarea de balancear las relaciones diplomáticas y los principios de libertad religiosa.
Dicho esto, es muy posible que la continuidad del mismo y su impacto dependan de la capacidad del Vaticano para mantener ese diálogo “respetuoso” mientras aborda las tensiones existentes entre las comunidades católicas leales a Roma y el gobierno chino.
Todo un galimatías que solo el tiempo resolverá.
Imagen | Prensa Total, FMT
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