En Valencia ya no solo miran al cielo con preocupación. Ahora lo hacen también al suelo, bajo sus pies, donde una red de alcantarillado afectada aún por el lodo de la DANA del 29 de octubre se enfrenta a un segundo desafío: las nuevas lluvias. Con más de 200 avisos por obstrucciones en los sumideros de las zonas golpeadas por las riadas y con la previsión de copiosas precipitaciones, surgen varias preguntas: ¿Cómo responderá la red? ¿Hay riesgos reales? ¿Qué hacer con el lodo acumulado, que representa tanto un desafío logístico como para la salubridad
De aquellos aguaceros… Estos lodos, una ingente cantidad de barro que supone un reto en las zonas afectadas por la DANA de hace dos semanas, la peor del siglo, según la Aemet. Hasta tal punto supone un desafío esa mezcla de agua y tierras que el domingo el Centro de Coordinación de Emergencias (Cecopi) reconoció que su retirada encabeza su lista de tareas. «Estas actuaciones son prioritarias y se han puesto en marcha para evitar que se produzca un problema real de salud pública», aclaraba la directora general de Prevención de Incendios, Rosa Tourís: «Se trata de una tarea de extrema complejidad porque el nivel freático sigue elevado».
Precisamente para facilitar la reparación de la red de abastecimiento, saneamiento y depuración, el Consejo de Ministros dio luz verde esta semana al gasto de 500 millones de euros. Al presentar la iniciativa, el presidente, Pedro Sánchez, usó un término clarificador: se trata, en sus palabras, de un «plan contra el lodo». «Queremos retirarlo cuanto antes para recuperar la normalidad», explicaba el dirigente: «La tarea es colosal».
¿Por qué es tan importante? Por varias razones. La primera, la cantidad de lodo y el efecto que puede tener en el alcantarillado. Tras la DANA de hace dos semanas, gran parte del barro retirado de las casas y calles acabó en la red de saneamiento. Y eso supone un auténtico desafío. El barro se acumula, solidifica y tapona. El diario Levante informa hoy de 200 avisos por obstrucciones en los sumideros de las zonas afectadas por los aguaceros. Transición Ecológica van más allá y habla de una treintena de municipios con graves afecciones en su alcantarillado. Para afrontar ese reto se esperar que la flota de camiones desatascadores ya en activo se refuerce con una veintena de máquinas coordinadas por Cecopi.
«El lodo, cuando va perdiendo el agua, se convierte en una estructura muy plástica, como si fuera una plastilina o barro de un alfarero, que resulta muy complicado mover porque pesa mucho. Es muy invasivo y una vez se seca se convierte en una piedra muy dura, de manera que se pueden taponar todas las tuberías y cañerías», advierte en 20 Minutos Adrián Barbero, profesor y director del Instituto de Investigación en Cambio Global.
Una batalla complicada. Precisamente para evitar riesgos de colapso en la red de alcantarillado, el Ayuntamiento de Massanassa, en la comarca de L´Horta Sud, castigada por la DANA de finales de octubre, lanzó hace días varios consejos sobre cómo manejar el lodo. Ya entonces advertía de los riesgos que podría acarrear una mala gestión. “Hay que tener cuidado con que no se seque por completo”, insistía en un vídeo colgado en redes.
«Si se hubiera dejado reposar el agua dentro de los edificios y asentarse con el lodo, se podría haber movido de forma más sencilla y rápida». Anticipándose a lo que estaba por venir, la localidad valenciana prevenía de «uno de los principales problemas» a los que se arriesgaban las villas más golpeadas por las riadas del 29: «El colapso de nuestra red de alcantarillado, que no puede llegar a funcionar teniendo graves problemas de salubridad».
Importa el cuánto… E importa el qué. Si el lodo acumulado tras la primera DANA se ha convertido en uno de los grandes quebraderos de cabeza del Cecopi no es solo su volumen. Tan o incluso más relevante es el contenido de ese fango. Y sus riesgos. Lo apunta el propio Barbero, que tras incidir en el problema «físico» que supone el fango en sí centra el foco en su composición.
«El lodo funciona como una especie de colector de todo tipo de sustancias dispersas que se pueden convertir en un problema muy complicado», advierte el experto del IICG: «Todos estos lodos captan las moléculas tóxicas que pueden estar en el agua. Van captando todas las micropartículas de tal manera que su toxicidad química es muy elevada y con ello queda un lodo tóxico. Una vez se seca, empieza a romperse en partículas que empiezan a subir a la atmósfera y estas pueden resultar muy contaminantes».
Inquieta también la salmonella, E.coli o leptospira y cómo pueden afectar a las personas en contacto con el lodo. De hecho hace unos días la Conselleria de Sanidad informó de sus sospechas de que dos voluntarios se habían infectado de esa última bacteria en una de las zonas de Valencia sacudidas por la DANA. El presidente de la región, Carlos Mazón, ha mostrado su recelo por el riesgo de epidemias, centrándose sobre todo en el tétanos. Precisamente para conocer «de qué están compuestos los lodos» y decidir a dónde deben retirarse, ya se ha pedido al CSIC que los analice.
Y llegan nuevas lluvias. Con ese telón de fondo, la Comunidad Valenciana ha visto cómo el desafío se le complicaba. El motivo: nuevas lluvias. Entre otras cuestiones, preocupa cómo respondan los colectores y el sistema de alcantarillado, colapsado por el lodo acumulado tras las labores de limpieza de los últimos días, lo que ha llevado a intensificar los trabajos de limpieza.
Preocupa también la respuesta de las canalizaciones de algunas viviendas. «Si los colectores están obstruidos con lodo, cañas y plástico, quizás haya bajantes sin capacidad para descargar sus aguas sucias. Estas volverían a subir», advierte en una entrevista con Levante Enrique Cabrera, de International Water Association.
«Las poblaciones están en una situación vulnerable», añade el experto. «La solución histórica de los municipios ha sido asfaltar todo, y el asfalto no permea, de modo que se ha creado una red subterránea que normalmente mezcla aguas pluviales y residuales. En muchos puntos está red ha dejado de correr». El lunes el Cecopi calculaba que harían falta más de un centenar de camiones desatascadores para el alcantarillado. Por entonces sumaban alrededor de una treintena. Hoy se espera que lleguen más.
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