Sabemos muy poco de Urano, además de que huele a huevo podrido, y eso lo hace, si cabe, un poco más fascinante para la ciencia. De hecho, sabemos tan poco si lo comparamos con alguno de sus “vecinos”, que la NASA se puso manos a la obra para desentrañar algunos de sus misterios. De fondo, sufragar una gran misión interplanetaria para alcanzar Urano antes de 2050. Queda mucho, tanto, que los científicos se han puesto a estudiar un evento que tuvo lugar hace 38 años, y han quedado fascinados.
Un fenómeno inesperado. En 1986, la Voyager 2 de la NASA sobrevoló Urano, capturando información clave sobre la magnetosfera del planeta, un área dominada especialmente por su campo magnético. Ahora, nuevos análisis publicados en Nature de estos datos sugieren que, en ese momento, la magnetosfera de Urano estaba en un estado inusual, comprimida por una ráfaga intensa de viento solar, lo cual alteró el entorno magnético del planeta.
Dicho fenómeno explicaría por qué la magnetosfera parecía carecer de plasma, un componente común en otros planetas con campos magnéticos. Además, el trabajo reveló la presencia de cinturones intensos de electrones energéticos, un rasgo inusual que distingue la región magnética de Urano del resto del sistema solar.
La importancia de los tiempos. Curiosamente, los investigadores, liderados por el científico planetario Jamie Jasinski del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, concluyeron que, si la Voyager 2 hubiera pasado por Urano una semana antes o después, habría registrado datos completamente distintos.
Solo un 4% del tiempo la magnetosfera de Urano está en este estado de compresión, por lo que las observaciones de la Voyager 2 resultaron excepcionalmente afortunadas. No solo eso. Al parecer, este fenómeno parece estar influenciado por ciclos de viento solar que afectan la “apertura” o “cierre” de la magnetosfera, posiblemente, según apuntan, debido a la inclinación extrema de Urano respecto al plano orbital del sistema solar.
La Luna y el “magnetismo” de Urano. El descubrimiento no es baladí. Pensemos que la misión de la Voyager 2 sigue siendo la única que ha visitado Urano, permitiendo el descubrimiento de, por ejemplo, 16 lunas y seis anillos. Con todo, los datos obtenidos continúan siendo vitales para investigaciones actuales y seguramente futuras.
De hecho, el análisis reciente indica que las lunas más externas de Urano, las denominadas como Titania y Oberon, orbitan dentro de su magnetosfera, lo cual facilitaría la detección de océanos subsuperficiales si una futura sonda explorara el sistema (usando respuestas de campos magnéticos para identificar agua líquida bajo la superficie).
El legado y la futura exploración. Como apuntan los investigadores, aunque la Voyager 2 se aleja cada vez más de nuestro sistema solar, los datos siguen proporcionando información crucial. Según un informe de 2022 de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina, la necesidad de una misión a Urano se vuelve cada vez más apremiante, principalmente porque el planeta y sus lunas presentan misterios que solo pueden resolver un orbitador o sonda atmosférica.
La inclinación y las estaciones extremas de Urano, junto con la dinámica variable del viento solar, hacen de su magnetosfera un sistema altamente dinámico y particular en el sistema solar, uno que podría contener aún más secretos sobre su origen y evolución.
Conclusión. En resumen, la información de la Voyager 2 permite vislumbrar, no solo las propiedades inusuales de un planeta como Urano, sino también la importancia de futuras misiones dedicadas, con ese sueño de exploración espacial con vistas a antes de 2050.
Hasta entonces, los científicos continuarán extrayendo todo el conocimiento posible de los datos recopilados en aquel sobrevuelo de 1986, un esfuerzo que podría ayudar a responder preguntas fundamentales sobre uno de los planetas más enigmáticos del sistema solar.
Imagen | NASA
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