Suele decirse que la comida sabe distinto (peor) en los aviones. Esto se debe a factores como los menores niveles de humedad y presión que se dan en las cabinas de los aviones. Si esto es cierto para los aviones, cabe imaginar que también puede serlo para la exploración espacial.
Un estudio culinario. Ahora un nuevo estudio ha analizado los determinantes de los cambios en el gusto que perciben los astronautas cuando se alimentan en el espacio, para dar con un nuevo factor: el confinamiento. El equipo observó que los espacios confinados como las naves espaciales intensifican los aromas, afectando así a la experiencia culinaria.
Una comparación no tan sencilla. Si sabemos que la comida de avión sabe distinta la que consumimos a ras de suelo es por dos motivos: primero: volar se ha convertido en algo más o menos asequible, por lo que mucha gente ha podido probar los alimentos servidos en pleno vuelo. El otro motivo es que los platos que podemos consumir en los aviones no distan mucho de los que encontramos en otros contextos.
Sin embargo, conocer cómo reacciona nuestro sentido del gusto en el espacio es algo más complicado: primero porque menos gente ha viajado al espacio: menos de un millar de seres humanos ha cruzado la última frontera en los casi 65 años desde el viaje de Yuri Gagarin. En segundo lugar, porque los viajes espaciales implican la necesidad de adaptar algunos alimentos para su consumo en “gravedad cero”.
Experiencia inmersiva. El experimento contó con 44 participantes a los que sometió a una “cata” en dos contextos distintos. El primero, explica el equipo responsable del estudio, los participantes se sentaron en sillas reclinadas que simulaban la pistura de los astronautas en microgravedad. En un segundo la inmersión es virtual: una sumulación del “entorno confinado” de la Estación Espacial Internacional (ISS).
Los participantes fueron expuestos a una serie de aromas: vainilla, almendra, limón, eucalipto o vinagre, entre otros. Los detalles de experimento fueron publicados en un artículo para la revista Food Research International.
La importancia del ambiente. En el artículo también se describen los resultados del estudio. El equipo observó que los participantes tendían a percibir los aromas de forma más intensa cuando se encontraban en el escenario de realidad virtual (VR), en comparación con el escenario que simulaba microgravedad. Encontraron una excepción en el aroma del té de limón o citronela, aroma que era percibido con menor intensidad en la simulación de realidad virtual.
Misiones más llevaderas. Este no es el primer experimento realizado por el equipo responsable del estudio y su intención es que tampoco sea el último. Existe aún un importante margen de mejora a la hora de replicar las condiciones a las que se ven expuestos los astronautas.
Este tipo de estudios debería servir para comprender mejor los mecanismos que imperan cuando consumimos alimentos en contextos que no son habituales. Esto va más allá del espacio: puede aplicarse a contextos de aislamiento o confinamiento asimismo.
“Nuestros hallazgos sugieren que una simulación utilizando VR y la postura de microgravedad pueden ayudar en el entrenamiento de los astronautas para adaptarse psicológicamente a los espacios de alimentación confinados y remotos, y a personalizar las experiencias culinarias para estos, así como para individuos confinados en la Tierra, para mejorar su bienestar,” explicaba en una nota de prensa Lisa Newman, miembro del equipo responsable del estudio.
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