Que la naturaleza es sorprendente es una afirmación que no debería pillar a nadie por sorpresa. En los 4.500 millones de años que tiene la Tierra, la humanidad es solo un segundo, pero hay «animales» que aparecieron hace casi mil millones de años (según registros recientes). Milenio a milenio, fueron evolucionando, pero muchos se quedaron por el camino debido a grandes desastres naturales o, simplemente, porque otra especie los pasó por la derecha.
Pero, de vez en cuando, la naturaleza nos da una sorpresita en forma de un animal que se creía extinto desde hacía cientos de millones de años, pero que, por casualidad, vuelve a dar señales de vida. Esa es la historia de los celacantos, que son unos peces… muy especiales.
Fósiles vivientes. El planeta es grande. Es otra obviedad como la de que la naturaleza es sorprendente, pero me sirve para hablar de que, evidentemente, no podemos tenerlo todo monitorizado. Sin ir más lejos, aunque conocemos bastante bien la superficie, los océanos siguen siendo un misterio. Y, en ocasiones, algunas especies que llevaban décadas desaparecidas son «redescubiertas».
Sin embargo, hay otro caso interesante: el de animales que han evolucionado poco, muy poco, a lo largo de cientos de miles de años. Son especies que han experimentado muy pocas mutaciones en millones de años y a las que llamamos «fósiles vivientes«. Suelen ser peces y el protagonista de nuestra historia es uno de ellos que es célebre no solo por su «inmutabilidad», sino porque durante décadas pensamos que se había extinguido.
El celacanto. Los celacantimorfos son unos peces que no son tan horrorosos como otros fósiles vivientes. De hecho, podrían pasar por un pez actual perfectamente, pero tienen algo especial: aparecieron en el periodo Devónico hace unos 400 millones de años y se han hallado muchos restos fosilizados que datan de hace 350 millones de años. Pertenecen a la familia de los sarcopterigios (eso es importante por algo que veremos más adelante) y se trataba de un pez de aletas lobuladas. De hecho, muchas aletas, teniendo las inferiores una longitud y consistencia remarcables.
A tenor de los fósiles encontrados y de que nunca habíamos visto un celacanto (o creíamos que nunca lo habíamos visto), el pez se catalogó como otra de esas especies que se habían extinguido millones de años atrás. Todo cambió en 1938.
El acontecimiento del siglo. El 22 de diciembre de ese año, unos pescadores sudafricanos capturaron, mediante la técnica del arrastre, un extraño ejemplar en un río a unos 60 metros de profundidad. Medía metro y medio y pesaba unos 50 kilos, por lo que debieron estar contentísimos. Sin embargo, no se lo quedaron, puesto que al llegar al puerto de East London, la conservadora del Museo East London, Marjorie Courtenay-Latimer, se dio cuenta de que era un ejemplar especial. No lo pudo identificar, por lo que lo disecó para que alguien pudiera investigarlo a fondo.
Como no sabía qué era, Marjorie buscó una opinión más experta, la del profesor J.L.B. Smith. Le envió una serie de notas y un boceto del pez… y la sorpresa debió de ser mayúscula: era un celacanto. El profesor respondió con un telegrama: «Es muy importante conservar el esqueleto y las branquias».
¡Sorpresa! Smith y Latimer mantuvieron un estrecho contacto, comentando los diferentes pasos de la investigación mediante correspondencia y llegaron a una conclusión: «El pez se parece a formas que se extinguieron hace muchos años y debe tener un gran valor científico». Vaya si lo tenía. Como lo habían descubierto en el río Chalumna y el ejemplar se lo había enviado Latimer, lo bautizó como Latimeria chalumnae. Y listo.
Smith quería encontrar otro ejemplar y puso anuncios en varios idiomas en las costas del sureste africano, pero tuvieron que pasar 15 años hasta que, en 1952, un capitán mercante afirmó tener información sobre un ejemplar capturado en las islas Comoras, a unos 2.500 kilómetros de Sudáfrica. Smith movió cielo y tierra para poder llegar lo antes posible y, tras convencer de la importancia del suceso al primer ministro sudafricano, pudo volar para ver el ejemplar gracias a la fuerza aérea del país.
Más capturas. Con ese segundo ejemplar, Smith pudo realizar un análisis más exhaustivo, pero poco a poco fueron apareciendo otros celacantos. La National Geographic Society, con apoyo de la revista alemana Geo, financió una expedición que permitió tomar las primeras imágenes submarinas del celacanto en su medio natural. Esto ocurrió en 1987 y, a lo largo de los años, hemos visto más y más peces de esta familia.
Y resulta que no solo estaban en Sudáfrica, ya que en 1998 se descubrió otra especie: el celacanto indonesio o Latimeria menadoensis. Estos viven en el océano Índico a grandes profundidades y es curioso, puesto que reflejan una divergencia evolutiva similar a la existente entre humanos y chimpancés.
¿Cómo vuelve a la vida? La respuesta a esto es sencilla: nunca estuvo muerto. Al menos, no del todo. Pero… ¿cómo sobrevivió durante millones de años casi sin variaciones? Para esto, hay una combinación de cuatro claves del celacanto:
- Sus aletas se adaptaron para maniobrar a gran profundidad en entornos complejos.
- El entorno es estable, ya que habitan en cuevas del océano profundo que no han cambiado mucho en estos millones de años. Es un ambiente con pocos depredadores y sin competencia, por lo que el celacanto no se vio obligado a evolucionar.
- Su tasa metabólica es baja, por lo que pueden sobrevivir en entornos en los que el alimento es escaso.
- Como su hábitat no ha sufrido tantos cambios como los de menor profundidad o superficie, el pez, simplemente, no sintió la presión evolutiva.
Incógnitas sexuales. Sabemos que viven en zonas de 150 a 300 metros de profundidad y que suben por la noche para cazar peces de arrecife, pero su reproducción sigue siendo un misterio. Se calcula que la madurez sexual ocurre a los 20 años y son ovovivíparos con huevos de hasta diez centímetros de largo. La gestación dura un año y las crías son perfectamente capaces de sobrevivir por su cuenta, por lo que no hay cuidado parental. Eso sí, no sabemos cuál es su comportamiento reproductivo.
¿Otro eslabón perdido? Más allá de por su fisionomía, el celacanto es un pez muy especial. Se estima que pueden vivir hasta 100 años y, de hecho, en 1960 se capturó un ejemplar con unos 84 años de edad. Se calcula que alcanzan la madurez a los 55 años, una conclusión a la que llegamos basándonos en el análisis de las marcas de crecimiento de sus escamas.
¿Recuerdas que comenté que las aletas eran importantes? Aparte de todo esto y el hito científico que supuso el descubrir que todavía vivían, se considera que los sarcopterigios son los peces más similares a los tetrápodos, y son los peces que iniciaron esa transición de la vida marina a la terrestre. Los primeros en colonizar la superficie, vaya. Esto se estima que ocurrió en el Devónico gracias al desarrollo de las extremidades de las criaturas marinas, algo que los celacantos poseen.
Sin embargo, pese a esas aletas tan potentes, el familiar más cercano de los tetrápodos son los peces pulmonados, que es un primo lejano del celacanto en otra rama de los sarcopterigios.
Imagen | Chris Bloom
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