Florencia se pone seria con el turismo masivo. Al igual que otros grandes destinos, dentro y fuera de Italia, la capital de la Toscana ha decidido mover ficha para paliar los efectos que la avalancha de visitantes tiene en sus calles. Hasta ahí nada extraordinario. Lo curioso es cómo la ha hecho. Su alcaldesa, Sara Funaro, acaba de presentar un plan de choque de 10 puntos con directrices y alguna que otra medida eminentemente práctica.
Por ejemplo, la ciudad ya no permitirá que los guías usen altavoces para dirigirse a sus grupos de turistas. Tampoco que los caseros de plataformas como Airbnb instalen cajas metálicas para llaves en las puertas, portales o fachadas de los edificios, una práctica muy popular para agilizar el check-in de los inquilinos.
Un plan con 10 puntos. A las puertas de la cumbre de ministros de turismo del G7, celebrada la semana pasada precisamente en Florencia, la alcaldesa de la capital toscana ha presentado un decálogo con el que busca que la avalancha de visitantes resulte más «sostenible» en la ciudad. Y esa palabra, «sostenible», es importante: se repite casi una decena de veces en el comunicado lanzado por el Consistorio para anunciar su plan de 10 puntos.
«El mensaje que queremos transmitir es que nos preocupamos por nuestra ciudad. Nos importa que Florencia pueda ser atractiva, pero sobre todo habitable para sus residentes», reivindica su alcaldesa, Sara Funaro. «Con estas medidas protegemos Florencia. Tenemos el objetivo primordial de garantizar que nuestra ciudad pueda mantener sus raíces, su naturaleza y su identidad».
Adiós, cajas para llaves. De las 10 pautas, hay tres particularmente llamativas y eminentemente prácticas con las que el Consistorio busca que los efectos de su plan se visibilicen de inmediato. La primera se centra en las pequeñas cajas con códigos para llaves. Desde hace ya tiempo es frecuente verlas ancladas a fachadas, puertas, vallas, portales… cerca de puntos en los que se alquilan pisos a turistas a través de webs como Airbnb. Su funcionamiento es muy sencillo y explica en gran medida su éxito: tras reservar el apartamento, el inquilino recibe un código con el que puede abrir la caja y extraer la llave del apartamento.
Herramienta útil… y polémica. Para los anfitriones las cajas de seguridad suponen una forma rápida, sencilla y sobre todo barata de simplificar el check-in, pero a partir de ahora tendrán que pensar otra forma de hacerlo. Al menos en los exteriores de los edificios situados en el área histórica de la ciudad protegida por la UNESCO. La medida tiene un fin estético y quiere evitar la proliferación de cajas metálicas, pero también aspira a ir más allá, obligando a los caseros a presentarse en el momento del check-in y limitando el papel de las empresas que gestionan decenas de pisos en Florencia en nombre de sus propietarios.
Hasta tal punto han ganado visibilidad en el casco histórico, que en cierto modo las cajas para llaves se han acabado convertido en un símbolo del sobreturismo en Florencia. La CNN explica que en algunos casos se han convertido en diana de actos vandálicos e incluso hay vecinos que se dedican a cubrirlas con cintas adhesivas rojas para denunciar la masificación de la ciudad. «Si parecen tiritas es deliberado: estamos intentando curar Florencia», comenta uno de los impulsores de la iniciativa a The Times.
Y adiós, altavoces para guías y carros. No es la única medida que tienen en mente en Florencia. Otra igual de curiosa y que demuestra hasta qué punto está cansado el Consistorio del turismo masivo es que prohibirá a los guías que usen altavoces para dirigirse a sus grupos. «Es un fenómeno que molesta a quienes viven en nuestra ciudad», reconoce. Una suerte parecida correrán lo que el Gobierno local denomina «vehículos atípicos», transporte usados por los visitantes para desplazarse por la ciudad. A modo de ejemplo cita los «carros de golf». En ese caso el Gobierno florentino no habla de prohibición, pero sí de establecer ciertas limitaciones.
¿Hay más medidas? Sí. El Ayuntamiento habla también de poner «límites» a los alquileres turísticos, campañas de sensibilización, colaborar con las plataformas y un mayor control del flujo turístico. No es la primera vez que la capital de la Toscana mueve ficha en esa dirección. Hace justo un año la ciudad tomó una medida aún más drástica al vetar nuevos alquileres de corta estancia en webs como Airbnb en su casco histórico.
Al igual que ocurre en otros grandes destinos europeos, incluso más allá de Italia, el equilibrio entre el uso vacacional y residencial de las viviendas no siempre resulta sencillo: en septiembre un juez florentino dio un espaldarazo a Airbnb al concluir que el derecho de un propietario a alquilar su apartamento a turistas prevalece sobre los recelos del resto de sus vecinos. La sentencia se ciñe a un pleito concreto surgido en un edificio de Via Cavour, pero llega en un momento crucial.
¿Tan grave es el problema? Los datos son elocuentes. El Ayuntamiento calcula que entre enero y septiembre recibió más de 7,8 millones de visitantes. En la ciudad viven unas 366.500 personas. Si en 2016 se anunciaban algo menos de 6.000 apartamentos en Airbnb en la localidad, el año pasado, cuando se adoptó la moratoria, la oferta rozaba ya los 14.400. Un boom más que considerable que coincidió con un incremento del 42% en el coste promedio de los alquileres residenciales. Hace unos meses un estudio de HousingAnywehere concluía que Florencia es una de las ciudades europeas donde más se ha encarecido el arrendamiento con respecto a 2023, con un alza interanual del 6,3%. Eso sí, el dato es inferior a otras urbes, como Madrid o Barcelona.
«El centro histórico ya no es capaz de soportar, sin debilitar su valor patrimonial y ver comprometida su habitabilidad, una presencia tan masiva de actividades y vehículos de uso exclusivamente turístico concentrados en tan solo cinco kilómetros cuadrados», advierte el Consistorio. El último matiz es importante porque Florencia estima que el 95% del turismo que llega a la ciudad se concentra en su almendra central e histórica, de apenas 5 km2.
Más allá de Florencia. Florencia quizás deje el ejemplo más reciente, pero no es ni mucho menos la única ciudad que ha tomado medidas para paliar los efectos de la masificación turística.
En Ámsterdam han llegado a lanzar una campaña para pedir a los visitantes que acuden buscando sexo y drogas que se “mantengan alejados”, en Seúl han blindado su barrio histórico, en Japón ya cobran por usar la ruta más concurrida del Fuji e incluso han instalado una pantalla «antiselfies», en Bali aplican una moratoria a nuevos hoteles y en Nueva Zelanda o la propia Italia han decidido tirar de tasas para compensar los costes e impacto del turismo. España tampoco ha permanecido ajena a las moratorias y las protestas vecinales por la saturación del sector.
Imágenes | Maxime Steckle (Unsplash) y Jonathan Körner (Unsplash)