La estimación más precisa que han realizado los astrofísicos hasta ahora defiende que el universo está constituido en un 66,2% por energía oscura, en un 28,8% por materia oscura, y el 5% restante lo acapara la materia convencional con la que todos estamos familiarizados. Y de la que nosotros mismos estamos constituidos. Resulta muy sorprendente, incluso un poco perturbador, que la materia que podemos observar represente tan solo el 5% de los ingredientes fundamentales del cosmos.
La mejor herramienta de la que disponen los cosmólogos a la hora de entender los mecanismos que rigen el comportamiento de las grandes estructuras del universo es la teoría de la relatividad general de Einstein. Durante el último siglo ha sido puesta a prueba en innumerables ocasiones, y hasta ahora siempre ha salido indemne. Sin embargo, para los científicos encontrar una fisura en una teoría tan sólida y aparentemente inamovible no representa un problema. Todo lo contrario; les da la oportunidad de elaborar nueva física.
Dos grandes preguntas aún sin respuesta
Antes de seguir adelante nos interesa afianzar bien dos conceptos. El primero de ellos es la energía oscura, que no es otra cosa que un tipo hipotético de energía que, según buena parte de la comunidad científica, justifica la actual expansión acelerada del universo. El otro concepto se conoce como energía oscura temprana e identifica, de nuevo, una clase hipotética de energía que pudo desencadenar la expansión del universo en sus primeros momentos antes de desvanecerse por completo.
Como acabamos de ver, cuando hablamos de la energía oscura nos adentramos en el resbaladizo ámbito de las hipótesis, y en este terreno las respuestas inevitablemente no pueden ser concluyentes. Porque, en definitiva, se trata de eso. De encontrar la respuesta a los grandes enigmas del cosmos. Y, según un grupo de investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), la energía oscura temprana puede ser la respuesta que buscan los físicos desde hace décadas a dos grandes preguntas.
La «tensión de Hubble» hace referencia a las discrepancias observadas en las mediciones de la velocidad de expansión del universo
El primero de estos enigmas se conoce como la «tensión de Hubble» y hace referencia a las discrepancias observadas en las mediciones de la velocidad de expansión del universo. Lo que proponen los físicos del MIT es, precisamente, que la energía oscura temprana puede justificar la expansión acelerada del universo durante sus primeras etapas de crecimiento. El problema es que, como he mencionado unas líneas más arriba, esta respuesta recurre a un concepto hipotético y ambiguo.
La otra gran pregunta plantea cómo es posible que los astrónomos hayan observado en el universo temprano una cantidad de galaxias brillantes muy superior a la que cabe esperar en una etapa tan prematura. De nuevo, los físicos del MIT proponen que la energía oscura pudo durante ese lapso de tiempo propiciar la formación de una cantidad de galaxias superior a la esperada. De hecho, han elaborado un modelo que encaja con esta predicción al introducir en él la hipotética energía oscura durante los primeros cientos de millones de años del cosmos.
«Tenemos abiertos estos dos grandes enigmas y hemos descubierto que, de hecho, la energía oscura temprana es una solución muy elegante y concisa para dos de los problemas más apremiantes de la cosmología», sostiene Rohan Naidu, coautor de esta investigación. Ojalá este astrofísico y sus compañeros de investigación tengan razón. Si se demuestra que están en lo cierto podría afianzarse la idea que defiende que la energía oscura temprana es una fuerza antigravitacional que únicamente tuvo efecto en un estadio muy temprano de la formación del universo y propició la expansión acelerada del cosmos. Merece la pena seguirles la pista.
Imagen | Luis Felipe Alburquerque Briganti
Más información | Monthly Notices of the Royal Astronomical Society
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