México quiere potenciar el turismo. El Tren Maya fue el último gran proyecto de López Obrador: una conexión entre diferentes partes turísticas del país que también permitiría acceder de formas más simples a otras zonas quizá no tan explotadas a nivel turístico. El objetivo para 2024 era recibir 8.000 turistas diarios sólo en la península de Yucatán, y el plan parece que funciona. Hay un problema: algunos de estos turistas están decidiendo quedarse, lo que está empujando a las comunidades indígenas.
Es un problema tan grave que ya hay pueblos sin espacio para enterrar a sus muertos. Y la culpa es de la especulación urbanística.
Gentrificación. Mérida es la mayor ciudad de la península de Yucatán. También su capital. Su crecimiento demográfico parece imparable, y prácticamente ha doblado su población desde los 520.000 habitantes de 1990 hasta los 921.000 del censo de 2020. Está catalogada como una de las mejores ciudades mexicanas para hacer negocios y tiene empresa, pero también muchos recuerdos de épocas pasadas y de la comunidad maya como atractivo turístico.
Colonialismo urbano. El problema es que, precisamente, las comunidades indígenas están denunciando su expulsión del núcleo urbano. Rodrigo Alejandro Llanes Salazar es doctor en Ciencias Antropológicas y ha denunciado en varias ocasiones que el colonialismo no se terminó con la independencia de España. Como él mismo señala, hay una nueva forma de colonialismo:
«Se trata de un colonialismo urbano. No sólo porque Mérida está transformando a los pueblos que la rodean en colonias o fraccionamientos, sino porque sus características también se asemejan al colonialismo», comenta Llanes. Y esos pueblos/barrios que están sufriendo las consecuencias son, entre otros, los de Chablekal, Temozón, Caucel, Cholul o Santa Gertrudis Copó.
Tira y afloja por las tradiciones. Llanes afirma que este tipo de colonialismo se enfrenta a los habitantes indígenas, sus áreas naturales y sus tradiciones, todo con la complicidad de unas autoridades municipales. En Disidentemx, exponen que las autoridades justifican los atropellos a los pueblos cercanos a la capital debido a que se está generando progreso económico, pero la realidad es que sólo se beneficia a unos cuantos.
Leydi Eloína Cocom Valencia es una de las responsables en el barrio de Santa Gertrudis Copó y afirma que ese auge de los desarrollos inmobiliarios provoca que los habitantes de la ciudad no tengan consideración con los indígenas. «Quieren quitarnos nuestras tradiciones», afirma Leydi, quien también cuenta que, hace unos años, mientras realizaban una de sus fiestas, los vecinos de una zona residencial levantaron una queja al ayuntamiento de Mérida.
El motivo es que «el pueblo estaba haciendo mucho ruido» y argumentaban que los cohetes podían provocar infartos a sus mascotas. Leydi comenta que no son todos los nuevos residentes los que tienen estos comportamientos y hay quien participa de estas tradiciones ancestrales.
Chablekal. El problema de todo es el desarrollo urbanístico que ha experimentado la ciudad debido a su crecimiento demográfico. Leydi asegura que nunca hubo una consulta para preguntar sobre los megadesarrollos inmobiliarios que han ido comiendo espacio de los pueblos que ya estaban ahí, comentando que su pueblo «ha sido maltratado por empresarios».
Y una de esas poblaciones es la de Chablekal. De una comunidad de 5.000 hectáreas, ahora sólo quedan unas 1.000, según Randy Soberanis Dzul, de la Unión de Pobladoras y Pobladores de Chablekal por el derecho a la tenencia de la Tierra, el Territorio y los Recursos Naturales. La villa ahora está rodeada por comunidades de lujo y centros comerciales y la denuncia es que hay quien ha vendido sus tierras debido a fraudes, presión o falta de recursos.
El drama del cementerio. Silvia Beatriz Chalé Euán es una habitante de Chablekal que afirma que, en los últimos 10 años, Mérida ha asumido el control de las bibliotecas, los registros civiles… y los cementerios. Este es un problema que parece común en varias de estas villas, y que está provocando algo trágico: no hay espacio para los muertos. ¿Qué provoca esto? Pues que haya familias que deban enterrar a sus muertos en cementerios que están lejos de su hogar.
No hay sitio para los muertos. En El País México, podemos leer algo que no deja de ser anecdótico, pero que muestra la realidad actual de estos pueblos. En Chablekal mueren dos o tres personas al año, pero en 2023 dos murieron el mismo día y a la misma hora. Fue un suceso extraño, pero el drama para los familiares continuó después del fallecimiento: en el cementerio de la villa sólo había espacio para uno de los dos cuerpos.
Tras una disputa, se enterró en Chablekal a quien había nacido en el pueblo. La otra persona fue enterrada en uno cercano, pero el problema es que el cementerio podría ampliarse perfectamente si no fuera porque los dueños de los terrenos no quieren donarlos debido a que prefieren venderlos para ese desarrollo urbanístico.
«Estamos a punto de desaparecer» – Silvia Chalé
Exhumaciones programadas. Y si hay que hacer sitio a nuevos muertos, se exhuman otros que ya estaban enterrados. Parece que el ayuntamiento de Mérida tiene una lista de personas que exhumar a los tres años para hacer sitio a nuevos difuntos. El problema (uno más) es que muchos cuerpos no están descompuestos cuando llega la fecha, por lo que se vuelven a enterrar debido a cuestiones religiosas.
Cuando un cuerpo es exhumado y no se vuelve a enterrar, la familia lo incinera, algo a lo que se han tenido que acostumbrar porque no estaba en sus creencias. Y el gran problema de todo es que el Panteón de Chablekal cuenta con 45 bóvedas para una población de 5.000 personas. Esto va a prolongarse durante mucho tiempo.
Mayas contra la gentrificación. «No queremos ser una colonia de Mérida, queremos seguir siendo un pueblo maya», afirmó la defensora de la tierra Silvia Beatriz. Y no se refiere sólo a que desde Mérida se controlen instituciones o los cementerios, sino que las autoridades locales que eligen en esas villas y pueblos cada vez tienen menos valor en la política.
«Ahora es el municipio quien decide a qué hora se entierra el muerto y los trámites administrativos de defunción se realizan en Mérida. Eso le resta autoridad a los representantes que nosotros elegimos. Poco a poco y sin hacer ruido van quitando algunas cosas y perjudicando muchas cosas en el pueblo, como si fuéramos, efectivamente, una colonia», comenta Silvia, quien continúa afirmando que el ayuntamiento está ejerciendo ese «control, el poder de decisiones, de decir: Yo digo qué, cuándo y a qué horas, por parte de este municipio».
Es por ello que hay grupos como el de Silvia o Randy que están luchando para poder tener más autonomía y peso en las decisiones que rodean a su comunidad, esperando que Mérida deje de verlos como una colonia y poder, al menos, tener la seguridad de que descansarán eternamente en su pueblo.
Imágenes | Ivan Alexis Huerta Reyna, Kprateek88