Hace tiempo contamos la historia del Arctic Snow Cruiser, un vehículo estadounidense fascinante que nació para “conquistar” la Antártida, pero se quedó a medio camino por culpa de un diseño plagado de errores. Sin embargo, el “amigo común” de Estados Unidos, la antigua Unión Soviética, le iba a demostrar que ellos sí sabían diseñar una bestia sobre cuatro ruedas capaz de conquistar el suelo más gélido de la Tierra. Esta fue la historia de un auténtico “bicho” soviético.
Contexto y nacimiento de una bestia. Que la Antártida es un “tesoro” para Rusia ya lo contamos hace unos meses, sin embargo, la atracción no es ni mucho menos nueva. Mientras que Estados Unidos intentó conquistar esta parte inhóspita del planeta con el Snow Cruiser en los años 30, los soviéticos, al iniciar sus propias expediciones en los años 50, tomaron un enfoque mucho más acertado.
El nombre en clave de esa máquina fue el Kharkovchanka, una especie de tractor gigante sobre orugas con el chasis del tanque T-54, adaptándolo para enfrentarse el ambiente hostil antártico. Esta especie de «igloomóvil» (así se le denominó) fue diseñado para soportar temperaturas extremas (de hasta -50 °C ) y proporcionar un espacio de trabajo y vida seguro para científicos en el Polo Sur.
Características del Kharkovchanka. Este monstruo gigante medía más de 8,5 metros de largo y casi 4 metros de alto, con espacio interior para ocho personas y equipado con una cocina de 30 metros cuadrados, dormitorio, baño y laboratorio móvil, por lo que los científicos podían trabajar sin necesidad de salir al frío extremo. Además, su cabina estaba reforzada con varias capas de aislamiento, y contaba con un sistema de calefacción en la parte trasera. Plus: los cristales tenían elementos calefactores para evitar la acumulación de nieve y hielo.
Además, una estufa eléctrica y un dispositivo para derretir nieve permitían a los exploradores cocinar y obtener agua potable. El motor diésel turboalimentado de 900 caballos de fuerza y su caja de cambios de cinco velocidades le permitía arrastrar trineos cargados de suministros junto a las orugas en lugar de ruedas, lo que convertía al Kharkovchanka en una base móvil autosuficiente en las expediciones. En definitiva, una bomba de la ingeniería soviética.
La primera misión. En 1959, tres Kharkovchanka completamente equipados alcanzaron el Polo Sur desde la estación soviética Mirny hasta la base estadounidense Amundsen-Scott, recorriendo más de 2.700 kilómetros en condiciones de lo más desafiantes.
Aunque los historiadores hablan de pequeños problemas en el viaje, como el consumo elevado de combustible y las dificultades para mantener el calor, el vehículo logró completar la misión con éxito. Aquella aventura representó un hito en la exploración polar y fue un símbolo de colaboración científica cuando los investigadores soviéticos fueron recibidos en la base estadounidense.
Mejoras: el Kharkovchanka-2. En 1975, se desarrolló una segunda generación con mejoras en la eficiencia de combustible, aislamiento, y capacidad de mantenimiento del motor. Lo cierto es que incluso se llegó a hablar de una tercera generación en los 80, pero el proyecto fue cancelado con el colapso de la Unión Soviética.
Con todo, algunos vehículos de segunda generación continuaron en uso hasta hace pocos años, demostrando su durabilidad y eficacia en uno de los entornos más extremos del planeta.
Un símbolo de ingenio… y cooperación. Como vemos, el Kharkovchanka no solo destacaba por su ingeniería, sino también por representar algo ciertamente extraño en los tiempos que corren. Y es que, hace no tanto, se produjo un momento de colaboración internacional en medio de la Guerra Fría, cuando las banderas soviética y estadounidense ondearon juntas, como si fueran mejores amigos, en el Polo Sur.
Imagen | Tsy1980, Reddit, 5koleso.ru