Cuando Elon Musk presentó públicamente la nave-cohete Starship, ya había muchas dudas sobre el rumbo que estaba tomando SpaceX. Una tecnología de motores a base de metano que nunca había sido probada, una fábrica que por entonces eran varias carpas al aire libre, un diseño en acero inoxidable que parecía rematado por un chapista de mala muerte.
Todo pintaba regular, pero nada hacía dudar de la viabilidad de Starship como su tamaño. Un cohete totalmente reutilizable que, en su configuración actual de dos etapas (el propulsor más la nave), mide más de 120 metros de largo. ¿Cómo pensaban recuperar el propulsor Super Heavy (la etapa inferior) de 70 metros?
Cuando Musk reveló, tiempo después, que iban a atraparlo al vuelo con los brazos mecánicos de la torre de lanzamiento, nadie creyó (ni siquiera él) que fueran a conseguirlo al primer intento. Pero así ha sido. El lanzamiento de Starship del domingo fue un hito tan espectacular como importante.
El impresionante progreso de Starship
Los lanzamientos de Starship han sido progresivamente más ambiciosos. Cada uno ha superado al anterior en complejidad desde aquel calamitoso primer despegue de abril de 2023 en el que la fuerza del cohete levantó una tormenta de roca y arena. Para colmo, la nave no se pudo separar del propulsor Super Heavy y el conjunto de 120 metros tardó demasiado en autodetonarse.
En noviembre de 2023, el segundo vuelo introdujo el deflector de llamas refrigerado con potentes chorros de agua para proteger la plataforma, así como la separación de etapas en caliente para conseguir que las dos partes del cohete se separen por primera vez, aunque luego acabaran explotando por distintas razones.
En marzo de 2024, el tercer vuelo marcó la primera vez que la nave Starship completaba su fase de ascenso y alcanzaba su velocidad objetivo, demostrando que era capaz de llegar a órbita y de abrir su bahía de carga para lanzar satélites. Sin embargo, no resistió a la reentrada atmosférica y se desintegró antes de alcanzar el océano.
En junio de 2024, el cuarto vuelo fue el primero en el que el propulsor Super Heavy logró amerizar de forma controlada, con una precisión increíble de medio centímetro. Lo hizo expulsando el anillo de separación en caliente para aligerar su peso y gracias a múltiples mejoras en su diseño interno con las que evitaba agitar el combustible. Starship también amerizó de forma controlada, aunque con daños visibles y a seis kilómetros del lugar previsto.
El domingo, el quinto vuelo se convirtió en el más espectacular y exitoso hasta la fecha. En lugar de repetir un amerizaje en el golfo de México, SpaceX envió una orden al propulsor Super Heavy para que volviera a la plataforma de lanzamiento, donde la torre Mechazilla de 140 metros de altura lo atrapó con sus brazos mecánicos. Por su parte, la nave Starship, con varias mejoras en el escudo térmico, amerizó en un punto previsto del océano Índico.
Nueve años por delante de la competencia
Retrocedamos nueve años en el tiempo. En diciembre de 2015, la primera etapa de un cohete Falcon 9 que había lanzado con éxito 11 satélites de la empresa Orbcomm aterrizó por primera vez sobre sus patas retráctiles en una zona habilitada por SpaceX en sus instalaciones de Cabo Cañaveral.
Era la primera vez que un cohete con capacidad para lanzar carga a la órbita terrestre volvía de las alturas para aterrizar. La primera vez en toda la historia de la industria espacial. El segundo cohete orbital que ha aterrizado con éxito desde entonces, en estos nueve años, es el propulsor Super Heavy de la Starship. Lo hizo ayer en los brazos de la torre de lanzamiento.
El aterrizaje propulsivo es una técnica que no tardarán en dominar otras empresas como Blue Origin, que ya tiene experiencia con el cohete suborbital New Shepard, y un montón de startups chinas, como Deep Blue Aerospace o LandSpace. También la española PLD Space ha anunciado el desarrollo de un cohete con aterrizaje propulsivo, el Miura Next.
Pero en estos nueve años, SpaceX es la única empresa que ha recuperado y reutilizado rutinariamente sus cohetes: tanto la primera etapa del Falcon 9 como los propulsores laterales del Falcon Heavy. La excepción es Rocket Lab, que puede reutilizar sus microlanzadores Electron equipados con paracaídas tras pescarlos del mar (antes intentó capturarlos con un helicóptero, pero se dio cuenta de que era más efectivo dejar que llegaran al océano).
La realidad es que SpaceX está a años luz de la competencia. Cuando parecía que por fin llegaban contrincantes para el Falcon 9, va la Starship y aterriza también. Con una maniobra que parece sacada de un libro de ciencia ficción de los años 60. Y al primer intento. Esto lo cambia todo, otra vez.
Una maniobra que dejó sin palabras a la jefa
El domingo, cuando el propulsor Super Heavy se separó de la Starship y giró para volver a la superficie, los ordenadores de SpaceX iniciaron un proceso automático que comprobó miles de criterios para confirmar que tanto la torre Mechazilla como el propulsor estaban en perfectas condiciones.
Solo entonces, el director de vuelo dio el ok al intento de atrapar el Super Heavy, y los controladores de la misión enviaron un comando al cohete para que, en vez de amerizar en el golfo de México, como en el cuarto lanzamiento, volviera a la plataforma de la que había salido.
Seis minutos y medio después del despegue, tras planear con sus rejillas aerodinámicas y sus propulsores de gas caliente, el propulsor Super Heavy volvió a encender 13 de sus 33 motores para frenar. La onda de choque se notó en la nube de vapores que había dejado el cohete tras de sí al despegar.
A continuación, el propulsor maniobró hasta la torre de lanzamiento, que lo esperaba cerrando sus brazos robóticos. La mole de 70 metros y 250 toneladas dio algunos coletazos, pero en ningún momento tocó la torre. Dos pequeños ganchos en sus laterales se convirtieron en su única sujección. Éxito.
El aterrizaje ocurrió al primer intento y fue prácticamente perfecto. Se vieron bastantes llamas, pero eran del escape del sistema de supresión de incendios. Los motores hicieron su trabajo: muchos quedaron con las toberas deformadas por el intenso calor y las fuerzas aerodinámicas, pero Elon Musk dijo que tiene fácil solución. Al igual que algunos daños menores en las cubiertas del cohete.
Gwynne Shotwell, quien supervisa el programa Starship como presidenta y directora de operaciones de SpaceX, se quedó sin palabras: «no sé qué decir». El mundo entero asistió boquiabierto al espectáculo de la compañía.
Un día clave para SpaceX y Estados Unidos
No parece que este Super Heavy en concreto, denominado Booster 12, vaya a poder reutilizarse, pero no cabe duda de que SpaceX conseguirá que la primera etapa de Starship sea reutilizable. Y esto tiene más miga de lo que parece.
SpaceX ha conseguido aterrizar el Super Heavy gracias a su experiencia con el Falcon 9, pero Starship no es un Falcon 9. Starship cuadruplicará la capacidad de carga de su predecesor, y la duplicará de nuevo con la futura versión Starship 3. Esto significa muchos más satélites Starlink por lanzamiento, algo que SpaceX quiere aprovechar para ofrecer 1 Gbps en todo el mundo, una velocidad comparable a las conexiones de fibra óptica.
Por otro lado, el Super Heavy no tiene patas. El motivo no es solamente ahorrarse el peso del hardware y el combustible extra que necesitaría para aterrizar. Starship está pensada para ser total y rápidamente reutilizable. El Super Heavy vuelve a los brazos de la torre que lo colocan en la plataforma de lanzamiento. La idea es que estos propulsores se lancen varias veces al día, con una Starship diferente apilada encima cada vez.
Pongamos esto en perspectiva. El Falcon 9 aterriza en una plataforma flotante en el mar y vuelve remolcado a las instalaciones de SpaceX, donde tardan alrededor de un mes en restaurarlo para el siguiente vuelo. Gracias a esto, SpaceX ha logrado abaratar los costes de lanzamiento a niveles impensables, y hoy en día pone en órbita el 80% de toda la carga que se lanza al espacio.
SpaceX necesita 50 minutos para cargar el combustible y el oxidante de Starship. Una vez que despega, el Super Heavy tarda seis minutos en volver y ser atrapado al vuelo por la torre Mechazilla. Los brazos lo pondrán en la plataforma de despegue y apilarán otra Starship encima. Si SpaceX logra la reutilización rápida, un mismo propulsor Super Heavy podría volver a despegar al cabo de una hora.
Ni siquiera hace falta que la etapa Starship sea reutilizable para que SpaceX continúe dominando el mercado espacial, pero no es lo que va a pasar. SpaceX trabaja en solucionar el desafío del escudo térmico para que la nave también sea totalmente reutilizable. De esta forma, podrá aterrizar y despegar desde la Tierra, como se espera que ocurra en la Luna y en Marte.
En definitiva, el domingo fue un día histórico para SpaceX, que sigue distanciándose de sus competidores, pero también para Estados Unidos, que si está años por delante de China en tecnología espacial es gracias a Starship.
Imágenes | SpaceX