Hace millones de años, México estuvo habitado por dinosaurios. Durante la era Mesozoica, especialmente en el Cretácico, varias especies vivieron en lo que hoy es el territorio mexicano. De hecho, se han encontrado fósiles en diferentes partes del país, mostrando que este punto del planeta fue hogar de una rica diversidad de dinosaurios. Ahora podemos confirmar algo más: también había un pariente cercano del temible Tyrannosaur rex.
El anuncio. Un estudio publicado en la revista MDPI Fossil Studies ha confirmado la existencia de una nueva especie de tiranosaurio (la segunda) en México. Bautizada como Labocania aguillonae en honor a Martha Carolina Aguillón (la paleontóloga local que la descubrió), el fósil refuerza el argumento sobre la existencia de una población sureña distintiva de los temibles dinosaurios que Spielberg hizo tan famosos.
Dos décadas en un cajón. La historia detrás de este hallazgo es una mezcla de mala y buena suerte, según cómo se mire. Al parecer, en el año 2002 se descubrieron en el desierto de Chihuahua en el norte de México una serie de huesos. La condición de estos restos era tan mala que los arqueólogos los juntaron y los metieron en un cajón del Museo del Desierto en Saltillo.
Allí estuvieron más de dos décadas hasta que alguien volvió a abrir el cajón y pensó que aquello era algo inusual. Como contaba al New York Times Nick Longrich, paleontólogo de la Universidad de Bath en Inglaterra y coautor del estudio, “no les culpo, cuando ves un montón de huesos desmoronados en un cajón de museo, parece bastante decepcionante, un montón de escombros”. Sin embargo, los análisis posteriores revelaron el secreto que llevaba guardado tanto tiempo: los huesos pertenecían a un pariente cercano del Tyrannosaurs rex.
Morfología del nuevo dino. Tal y como han explicado en su trabajo los investigadores, a diferencia de su primo corpulento, esta criatura tenía patas largas y complexión ligera, ojos grandes que pueden haberlo ayudado a cazar con poca luz y un hocico pesado para despachar presas indefensas.
El pariente del rex tenía una longitud de 6.5 metros en su etapa juvenil y la capacidad de crecer hasta los 10 metros, un depredador eminentemente carnívoro que posiblemente representaba una fuerza dominante en su ecosistema.
América y los dinosaurios. Con todo y como decíamos, quizás lo más importante del hallazgo es que viene a ser la pieza del puzzle que faltaba, la clave que evidencia una tribu sureña de tiranosaurios que se diferenciaban de los especímenes del norte.
Hace alrededor de 70 millones de años, el oeste de América del Norte albergaba múltiples especies de tiranosaurios. La mayoría de ellas (animales como Albertosaurus, Daspletosaurus y el eventual emperador del continente, Tyrannosaurus rex) se conocen a partir de especímenes encontrados en las Grandes Llanuras o Canadá. Sin embargo, todo empezó a cambiar hace relativamente poco tiempo, durante las últimas dos décadas, momento en que se han descubierto un puñado de especies de tiranosaurios en Utah y Nuevo México.
La presentación “en sociedad”. Al estudio publicado le ha seguido una presentación oficial desde el Museo del Desierto (MUDE). Héctor Rivera Sylva, director del MUDE, explicó que los restos fueron hallados en 2002, en la desembocadura de un antiguo río: “Lo que lo hace único son sus características craneales, diferentes a otros tiranosaurios de América del Norte”.
Para Longrich, el descubrimiento es solo la constatación del potencial del país para futuros descubrimientos, “México ha sido menos estudiado que sus vecinos del norte, pero tiene vastos desiertos llenos de fósiles esperando ser encontrados”, zanjó.
Imagen | Rivera-Sylva and Longrich, Fossil Studies 2024, Museo del Desierto
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