Desde hace unos años, hay un polémico dispositivo al alcance de una búsqueda en la red. Hablamos de The Sarco, esa máquina o cápsula que trata de dar apoyo al suicidio asistido. Una «suerte» de sarcófago del futuro que, por motivos obvios, no está permitido en muchos sitios. Un rompecabezas legal y moral que acaba de abrir un nuevo capítulo tras la muerte de la primera persona en el dispositivo. Ocurrió en un bosque de Suiza, donde el suicidio asistido es legal, pero al parecer, no así.
La noticia. A esta hora se sabe que la policía suiza ha abierto una investigación criminal y ha detenido a varias personas tras la muerte de una mujer estadounidense de 64 años en la llamada «cápsula suicida». Ocurrió el pasado lunes en un bosque cercano a la frontera alemana en la ciudad suiza de Merishausen. Se trata del primer caso en un país, de los pocos, donde el suicidio asistido es legal, aunque bajo ciertas condiciones.
La fiscalía también confirmó que había abierto una investigación por presunta incitación y complicidad en el suicidio, y también están investigando si se habían cometido otros delitos. Mientras, la ministra del Interior de Suiza, Élisabeth Baume-Schneider, cuestionó el estatus moral y legal de The Sarco.
La cápsula. Como decíamos, hablamos de una cápsula impresa en 3D lanzada en 2018, una que libera gas nitroso con solo hacer clic en un botón una vez dentro. El dispositivo es una creación de un grupo que se autodenomina The Last Resort que afirma estar formado por «un pequeño colectivo internacional de defensores de los derechos humanos (con experiencia en derecho, ciencia, medicina y atención médica)».
El grupo afirma que su misión es «diversificar (y mejorar) el proceso de muerte asistida en Suiza». ¿Cómo funciona? La cápsula está diseñada para poner a su ocupante a dormir en cuestión de segundos a través del gas nitroso. El gas luego reduce rápidamente los niveles de oxígeno en la cápsula hasta que la persona muere. Se dice que todo el proceso dura unos cinco minutos.
El inventor. El hombre que creó la cápsula es Philip Nitschke, doctor australiano conocido popularmente como «el gurú de la eutanasia». Fue el primero en practicar la eutanasia en Países Bajos tras su legalización en 2001 y firme defensor del “derecho a la muerte” con varios libros publicados. Hace unos años anunció The Sarco con el fin de promover «quitarse la vida con seguridad y sin violencia».
De hecho, Nitschke ha confirmado estos días que la mujer había tenido «una muerte idílica y pacífica en un bosque suizo», y que la cápsula había sido utilizada para darle «la muerte que ella quería». Al parecer, el hombre habría visto la muerte de la mujer a través de un enlace de video en Alemania, y siguió las lecturas de un monitor de oxígeno y frecuencia cardíaca conectado a ella.
Cómo murió. Se cree que un científico alemán, Florian Willet, fue la única persona presente en la muerte de la estadounidense. Se trata de uno de los principales miembros de The Last Resort. Blick ha explicado que la muerte de la mujer fue «pacífica, rápida y digna. Había sufrido durante muchos años una serie de problemas de salud graves relacionados con una enfermedad autoinmune”.
Además, detalló que había perdido el conocimiento «en dos minutos» y muerto después de cinco. «Vimos pequeños espasmos espasmódicos de los músculos de sus brazos, pero probablemente ya estaba inconsciente para entonces. Se veía exactamente como esperábamos que se viera», detalló.
Derecho a morir. Antes de entrar en el dispositivo, la mujer hizo una declaración a una abogada, Fiona Stewart, una de las directoras de The Last Resort. En la misma, confirmó que había sido su propio deseo morir y que tenía el apoyo de sus dos hijos. La mujer detalló que llevaba dos años queriendo hacerlo después de que le diagnosticaran una enfermedad grave que le causaba un dolor intenso.
La abogada también subrayó que había sido examinada previamente por un psiquiatra que la había considerado mentalmente apta.
La polémica. Sin embargo, la investigación abierta demuestra que queda un largo recorrido para el uso de este tipo de maquinaria. En el caso de la ley suiza, permite el suicidio asistido siempre que la persona se quite la vida sin “ayuda externa” y quienes ayuden a la persona a morir no lo hagan por “ningún motivo egoísta”.
La cápsula recibió originalmente la aprobación legal para su uso público en Suiza en 2021, pero desde entonces la controversia ha perseguido al dispositivo. Tras el primer uso el pasado lunes, varias personas han sido arrestadas en relación con la muerte de la mujer, señalando la fiscalía haber «abierto una investigación por presunta incitación y complicidad en el suicidio».
¿Por qué? No está del todo claro qué salió mal exactamente desde un punto de vista legal, aunque los funcionarios del gobierno han criticado el dispositivo abiertamente por no cumplir con las normas de seguridad locales. Es posible que detrás de toda la polémica no estemos hablando solo de burocracia.
La “moral” de querer morir. Desde el punto de vista “moral”, depende de la acera, obviamente. Frente a los estados que rechazan la eutanasia basándose en los mismos principios por los que se combate el suicidio (la vida tiene un valor intrínseco en sí mismo), figuras como Nitschke refutan la teoría como un grave error.
“Lo rechazo. El deseo de morir de alguien no debe ser tratado per se. Otra objeción es que la vida es un regalo. Mi contrargumento es: si la vida es un regalo, tienes permitido entregarlo. De otro modo, ¿no es una carga antes que un regalo?», explicó en una entrevista hace tiempo.
Las dudas en torno a la máquina. Dicho esto, y como explicamos hace un tiempo, el propio dispositivo plantea otros interrogantes. La máquina requiere que el “cliente” tenga más 50 años (para evitar fomentar ideas suicidas en los jóvenes), pero más importante que eso, ¿qué ocurre con los que tienen un estadio clínico severo, como una grave depresión curable? ¿podrían acceder?
El médico ha explicado claramente que sí, y que un test previo obligatorio via IA determinará si se está mentalmente sano o no. Un tema espinoso, ya que discernir entre quien quiere acabar con su vida, convencido de ello, y el que se lo plantea a causa de una enfermedad mental, quizás reversible, no es una simple ecuación.
Imagen | Ratel
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