Voy a aprovechar estas líneas para mostrar mi más absoluta admiración por esos camareros y camareras capaces de recordar hasta el más mínimo detalle de la comanda de una mesa de 12 personas. Hay veces que voy a buscar algo al frigorífico y tengo que darme la vuelta porque lo he olvidado.
Dicho esto, ese prodigio de memoria no es exactamente mérito del profesional de la hostelería, sino de un proceso que sucede en su cerebro conocido como «Efecto Zeigarnik» que impide que se olvide de la comanda hasta que la ha servido o la ha pagado. Luego, inmediatamente, la olvida. Borrón y cuenta nueva.
¿Qué es el Efecto Zeigarnik? Su extraño nombre se debe a la psicóloga y psiquiatra rusa Bluma Zeigarnik, una investigadora clave dentro de la psicología de la Gestalt. En 1927, Zeigarnik observó que los camareros en restaurantes eran capaces de recordar con precisión los pedidos que estaban pendientes de servir, pero olvidaban rápidamente aquellos que ya se habían servido a los clientes.
A partir de esta observación, Zeigarnik desarrolló una teoría sobre la memoria y el comportamiento humano, postulando que el cerebro tiende a recordar mejor aquellas las tareas pendientes o inconclusas, que aquellas que ya han finalizado.
Los experimentos de Zeigarnik. Para verificar su hipótesis, Zeigarnik diseñó una serie de experimentos. Los participantes debían realizar entre 18 y 21 tareas sucesivas, incluyendo enigmas, problemas de aritmética y tareas manuales. Sin embargo, a algunos de los participantes se les interrumpió antes de que pudieran terminarlas, dándolas por finalizadas las pruebas.
Los resultados de sus experimentos mostraron que las personas recordaban con mayor claridad aquellas tareas que no habían terminado debido a las interrupciones, en comparación con las que lograban completar sin interrupciones. Esto demostró que la mente humana tiende a retener información relacionada con tareas inconclusas, lo que podría estar relacionado con la necesidad de cerrar ciclos o completar lo que se ha comenzado. Dicho de otro modo, al cerebro le molesta que le dejen a medias e insiste en acabarlas.
Confirmando la teoría. Casi cuatro décadas más tarde, el psicólogo británico John Baddeley, llevó a cabo un experimento en el que se pedía a los participantes que resolvieran un conjunto de anagramas, cada uno dentro de un marco de tiempo determinado. Si no pudieran resolver el anagrama a tiempo, se les daría la solución. Cuando pidió a los participantes que recordaran la palabra soluciones, descubrió que era más probable que los participantes recordaran los anagramas que no habían resuelto que los que habían completado, lo que confirmaba el efecto Zeigarnik.
En otro estudio, el psicólogo John Atkinson se centró en los aspectos motivacionales de la finalización de tareas abordando de paso el efecto Zeigarnik en el proceso. Atkinson observó que los sujetos que abordaban las tareas con mayor motivación manifestaban un mayor impacto en la memoria cuando no las habían podido terminar y era más probable que las recordaran. Por el contrario, si un participante estaba menos motivado, el impacto de una tarea inconclusa no tenía el mismo efecto sobre su memoria.
El efecto Zeigarnik y tu lista de tareas. El Efecto Zeigarnik tiene implicaciones importantes en el ámbito de la productividad. Cuando no se completa una tarea, el cerebro tiende a quedarse “enganchado” a ella, lo que genera pensamientos intrusivos que pueden interferir en el desarrollo eficiente de otras actividades.
Este fenómeno sugiere que, como ya te hemos contado en varias ocasiones, concentrarse en una sola tarea hasta terminarla es clave para mejorar la productividad, en lugar de intentar realizar varias tareas simultáneas. Las interrupciones, tanto internas como externas, juegan un papel fundamental en la forma en que gestionamos nuestras tareas diarias. Completar una tarea brinda una sensación de satisfacción y alivio mental, mientras que las tareas inconclusas pueden generar estrés y ansiedad.
La motivación sigue siendo la clave. Tal y como revelaban los descubrimientos de John Atkinson, la motivación es un factor decisivo a la hora de encender la chispa del efecto Zeigarnik. Sin ella, es más probable que se abandone esa tarea incluso antes de comenzarla, cayendo en el asfixiante abrazo de la procrastinación.
En cambio, cuando la tarea nos resulta estimulante o sea importante para futuras metas, es más probable que queramos completarla, lo que explica por qué una vez que comenzamos algo, nos sentimos más inclinados a terminarlo. De hay que solo necesitemos un pequeño empujoncito para comenzar a hacer algo, y a partir de ese momento, es más difícil aplazarlo o dejarlo a medio hacer.
Las series nos enganchan gracias a Zeigarnik. Otro efecto “colateral” de la teoría de Zeigarnik es el que nos mantiene atrapados a una serie. Ese “Continuará” que aparece al final de cada capítulo, o ese desenlace que queda en el aire no es casual. Está estimulando el mismo proceso cerebral que hace que los camareros no se olviden de tus consumiciones hasta que has pagado la cuenta.
Dicho de otro modo, tu cerebro no acepta dejar esa historia sin un final cerrado, por lo que mantiene ese recuerdo (y expectación) hasta que se desvele el misterio (o no) el próximo episodio.
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Imagen | Unsplash (yuya kitada)