El iPhone SE de cuarta generación ha sido filtrado. Incluye el esperado rediseño para adaptarlo al lenguaje de estos tiempos. El que se vende a día de hoy mantiene el molde del iPhone 6, de 2014, así como otros vestigios: el chip A15 de 2021, el conector Lightning que el resto de iPhone dejaron atrás en 2023 o una cámara trasera (una sola lente) ya desfasada.
El SE ha tenido su sentido:
- Puerta de entrada asequible al ecosistema iOS.
- Dispositivo orientado a la accesibilidad barata.
- Móvil para flotas empresariales que exigen iOS pero no ven sentido a pagar por características avanzadas.
Sin embargo, mantenerlo así, con especificaciones que ya eran ramplonas en 2022, vendiéndolo hasta presumiblemente principios de 2025, lo convierte en un anacronismo que desafía la lógica del mercado y hasta la propia reputación de Apple. Es un ejercicio de inercia empresarial difícil de justificar.
La propuesta de valor del SE ya era discutible en su último lanzamiento, primavera de 2022. Al menos ofrecía el último chip de Apple, aunque en un diseño ya obsoleto y a un precio relativamente bajo. No encajaba del todo en la imagen premium de la empresa.
Mantenerlo sin actualizaciones durante tres años, en un mercado tan dinámico como el del smartphone, le hace perder mucho valor. ¿Un consumidor informado va a optar por un diseño de hace una década, pantalla LCD y una sola cámara por más de 500 euros?
La paradoja es aún mayor si consideramos la obsesión de Apple por controlar cada aspecto de la experiencia de usuario. ¿Cómo encaja en esa filosofía ofrecer un dispositivo que no puede ejecutar muchas de las funciones más recientes de iOS de forma adecuada?
Puede que la clave esté en los mercados emergentes o en el reducto de los reacios a abandonar el botón Home, pero incluso en esos casos, la propuesta del SE se debilita año tras año, emparedada entre la competencia Android, los penúltimos modelos a precio reducido o el mercado de reacondicionados.
El rediseño filtrado para 2025 sería un intento de corregir el rumbo, aunque llegaría algo tarde. Para entonces, ese diseño ya tendrá tres años. Si Apple no se toma más en serio al SE y lo sigue renovando cada tres años, volveríamos a lo mismo en poco tiempo.
La estrategia del SE plantea preguntas incómodas sobre la visión de Apple para su catálogo:
- ¿Es el SE un mal necesario para mantener cuota de mercado en ciertos sectores?
- ¿Es una admisión tácita de que hay un grupo que solo quiere un iPhone al precio más bajo posible y no le importa nada más que eso?
Es cierto que la innovación en smartphones lleva tiempo ralentizándose. Apple ha abrazado abiertamente el continuismo y la estabilidad, y ya explicó en su momento que apuesta por la longevidad de sus diseños como una virtud. Sin embargo, esa apuesta choca con su propia narrativa de progreso constante.
El iPhone SE de 2025 va a tener la complicada tarea de justificar su propia existencia en un mercado cada vez más competitivo, donde sus amenazas vienen de fuera (un mercado Android imparable) y de dentro (los 14 o 15 más baratos, los reacondicionados de cualquier generación).
Si Apple no logra ofrecer un valor convincente y tener más cintura para actualizarlo que hasta ahora, quizás sería el momento de reconsiderar si el concepto del iPhone «barato» (pongan todas las comillas que quieran) tiene cabida en su estrategia a largo plazo.
La ironía final es que, en su intento por ofrecer un iPhone accesible, Apple puede estar diluyendo la esecnia de lo que hace especial a un iPhone. Mantener un producto que nace viejo puede ser más costoso para la marca de lo que Apple está dispuesta a admitir.
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